17 mayo 2012

Consiguiendo lo “imposible” con el cerebro


La integración entre el ser humano y las máquinas continúa dando sus frutos. El último, dos personas que, tras años paralizadas, han conseguido beber por primera vez sin ayuda gracias a un brazo artificial que han movido con el cerebro. Este último avance lo publica la revista Nature.

Los beneficiarios han sido una mujer de 58 años, paralizada por un ictus cerebral en 1996, y un hombre de 66, en la misma condición desde 2006. Ambos tuvieron que pasar un duro proceso de entrenamiento, hasta que aprendieron a pensar de manera que el dispositivo implantado entendiera las órdenes y fuera capaz de traducirlas.

El implante consiste en un sensor del tamaño de una pequeña pastilla que se inserta en el cortex motor del cerebro del voluntario, la zona que controla los movimientos. Este receptor contiene un centenar de diminutos electrodos del tamaño de un capilar, que captan las señales eléctricas que produce el cerebro. Esta información se traslada hasta un receptor donde un programa lo traduce en órdenes para controlar un brazo artificial.

El proceso de aprendizaje, junto con su precio, es el que hace que el sistema sea, de momento, poco aplicable de una manera generalizada. Cada uno de los voluntarios necesitó de meses de entrenamiento acompañado por un experto que ayudó a calibrar el aparato.

Otra limitación, en personas con infarto cerebral como las que han participado en el ensayo, es que la parte del cortex a la que se conectan los electrodos tiene que estar sana y ser capaz de procesar los pensamientos de los voluntarios, ya que, si no, no habrá emisión de señales que el aparto sea capaz de traducir. En otros casos, como lesionados medulares, puede ser más fácil, ya que su inmovilidad no está causada por el cerebro.

Imagen de la ayuda del brazo robótico

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