Montclair, Nueva Jersey - Durante semanas, Justin Canha, un estudiante de secundaria con autismo, un amante de los dibujos animados y con don para el dibujo, había estado ensayado para la entrevista de trabajo en un estudio de animación local.
Tal como estaba previsto, llegó por la mañana con un portafolio de sus historietas y dibujos de carbón, algunas de las cuales se vendieron a través de una galería de Chelsea. Kate Stanton-Paule, la maestra que había establecido la reunión, lo acompañó. Sin embargo, sus primeras palabras al entrar en la oficina estaban, como la mayoría de las cosas que involucran Justin, fuera de cualquier guión.
"Hola a todos", anunció, lo suficientemente fuerte para ser escuchado detrás de la puerta del presidente de la compañía. "Esto va a ser mi nuevo trabajo, y ustedes van a ser mis nuevos amigos".
Como los empleados intercambiaron miradas nerviosas aquella mañana en enero de 2010, la Sra. Stanton-Paule, coordinadora de un nuevo tipo de "transición a la adultez" para estudiantes de educación especial en la Escuela de Montclair, se preguntó si sobraría ahí.
Justin, que apenas hablaba hasta los 10 años, se divide aproximadamente en la mitad del espectro de los trastornos sociales que caracterizan el autismo, que afecta a casi uno de cada 100 niños estadounidenses. Habla consigo mismo en público, ha tenido ocasionales arrebatos de ira, evita el contacto visual, y rara vez se desvía de su tema favorito, la animación. Su expresión descarada de la emoción y sentido del humor le hicieron ganar las simpatías de los maestros, terapeutas y familiares. Sin embargo, a los 20, nunca había hecho un verdadero amigo.
Las personas con autismo, cuyos comportamientos inusuales se cree que se derivan de las variaciones en el desarrollo temprano del cerebro, por lo general desaparecen del escenario público después de salir de la escuela. Tan sólo uno de cada 10 logran empleos de tiempo parcial. Algunos viven en hogares colectivos de apoyo estatal, incluso aquellos que asisten a la universidad a menudo terminan, desempleados, aislados y viviendo con sus padres.
Pero Justin es uno de la primera generación de jóvenes autistas que se han beneficiado durante toda la infancia de terapias más eficaces y de las oportunidades educativas más difíciles de ganar. Y es que el programa de la Sra. Stanton-Paule se basa en la premisa algo radica de que con entrenamiento intensivo en el trabajo y en la comunidad - y algo de voluntad por parte de otros para incluirlos - los estudiantes como Justin pueden alcanzar un nivel de independencia en su vida que ha eludido a sus predecesores.
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